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La escena está ubicada en la misma época del inicio de Heart of Obsidian, pero no contiene spoilers de ese libro. Los protagonistas son Sophia Russo y Max Shannon de Cautivos de la oscuridad.

Esta historia fue compartida por Nalini Sing a través de su nesletter y luego en su página web oficial.

Personajes[]

Historia[]

El domingo; tú y yo. Sin teléfonos, ni mensajes, o eventos que alteren el mundo. Si alguien nos necesita, que se aparezcan en nuestro condenado apartamento. En cuyo caso, tendremos problemas para escucharlos.

Pensándolo mejor, desconectaré el timbre de la puerta. - Nota de Max a Sophie

Querido esposo: Un plan astuto, pero por desgracia yo soy una telépata. - Nota de Sophie a Max

No hay desgracia en ello. Eres perfecta. Y serás toda mía este domingo. - Nota de Max a Sophie.

  

Sophia se sentó en el asiento de la ventana de la sala de su apartamento y de Max en el Embarcadero, sus dedos sobre el pelaje de Morfeo, el gran gato negro acurrucado en su regazo y sus ojos fijos en la calle de abajo. 

–"Ahí viene, Morfeo." –Su corazón se constriñó de alegría pura y salvaje cuando vislumbró a su amante y marido caminando por la calle.

Como si sintiera su escrutinio, él miró hacia arriba y sonrió, antes de desaparecer de su vista.

Dejando en el suelo a un Morfeo que se quejó sonoramente, se echó a reír y se arrodilló para rascar el temperamental gato bajo la barbilla, los bordes de la gran camisa blanca que llevaba acariciaba la parte trasera de sus muslos. 

"Después te acariciare un poco más." –Cuando se levantó, Morfeo la siguió, parándose en el pasillo a su lado como un centinela hasta que Max apareciera en lo alto de las escaleras.

–"Hola, hermosa" –dijo él, sus ojos casi negros, cálidos con una mirada que había aprendido estaba reservaba solo para ella. 

A pesar que lo había visto apenas quince minutos atrás, cuando había corrido la a planta baja y al otro lado del muelle para recoger los productos de panadería que ella había mencionado ayer, sintió que se le salía el corazón. La sonrisa de Max... no había nada en el mundo parecido a ello. 

–"Hola, guapo."

El delgado hoyuelo en su mejilla izquierda era una tentación juguetona, él deslizó su mano hasta cerrarla sobre su nuca, le tocó la boca con la suya. Tentando, persuadiendo, amando. Ellos podían ser libres aquí, el pasillo estaba despojado de vigilancia, las otras dos parejas que compartían su piso eran humanas. Ninguno de ellos encontraría extraño que un esposo besara a su esposa en la puerta, mientras su gato serpenteaba entre sus piernas.

Liberándola después de una succión suave de su labio inferior, Max la empujó dentro del apartamento, Morfeo saltó sobre el asiento de la ventana y se recostó hacia el sol, con su cabeza girara hacia la ventana. 

–"Creo que estaba esperando que le trajeras atún" –dijo Sophia en un tono suave, familiarizada con los estados de ánimo de su mascota.

–"Ahora estará refunfuñón todo el día." –Cerrando la puerta de una patada, Max llevó la caja de la panadería hasta la mesa–. "Ven y siéntate en mi regazo, señorita Sophie." –Tumbándose en una silla, palmeó uno de sus musculosos muslos. 

Nunca en su vida antes de Max, Sophia había imaginado que algún día se sentaría en el regazo de un hombre vistiendo nada más que una de sus camisas, su cabello alborotado sobre los hombros por la forma en que él la había amado esta mañana, y su piel íntimamente irritada por su mandíbula sin afeitar. 

–"¿Qué compraste? "–Preguntó ella, presionando sus labios en esa mandíbula.

No había nada en el mundo que amara más que tocar a Max. 

Echándose hacia atrás, con un brazo envuelto alrededor de ella, él gimió cuando encontró el punto en la garganta que siempre le hacía estremecerse. 

–"Allá vas, apresurándome de nuevo." –Fue una queja ronca, su mano empuñando su cabello para apartar su cabeza–."Incluso después de hacer el supremo sacrificio de levantarme de la cama en un domingo por la mañana" –su mano libre acariciaba su muslo– "para comprarle desayuno a mi esposa."

Sophie amaba lo posesivo que era, la franqueza con la que dejaba en claro lo que sentía por ella. Max nunca había jugado esos juegos con ella, los que la confundían y la hacían sentirse perdida. No, los únicos juegos de Max y Sophia eran los que los complacían a ambos.

"Me comportaré" –respondió, entonces inmediatamente le robó otro beso.

–"Eres una terrible influencia"–murmuró Max algún tiempo más tarde, había abierto la mitad de los botones de su camisa,y tenía su mano extendida sobre sus costillas. Sus hombros se sentían como seda bajo su toque, porque se las había arreglado para quitarle la camiseta–. "Pero puedo oír tu estomago gruñir y no me gusta que mi Sophie pase hambre." –Abotonando la camisa con esa declaración firme, abrió la caja para exponer una deliciosa variedad de pasteles–. "Fui a un nuevo lugar; te compre los croissants que querías, además de un par de otras cosas. "–Una mano grande y cálida cayó de nuevo sobre su muslo–. Me imagino que debes probar un bocado de cada uno. La mejor manera de conocer tus favoritos para la próxima vez.

"Conozco mi favorito"–dijo Sophia, sintiéndose traviesa, una sensación que solo experimentaba con Max, su hermoso policía.

Él elevó su mirada. 

–"¿Cuál?"

–"Este. "–Deslizando sus dedos en el negro sedoso de su pelo, ella lo sorprendió al reclamar su boca de nuevo. 

Antes, el tacto había significado dolor, significado violación. Con Max, equivalía solo placer, ese placer mucho más allá de lo físico. La forma en que él compartía su alma con ella, ningún secreto entre ambos, la forma en que la trataba como su compañera, la forma en que veía la belleza y la fuerza en el fino trazo de las cicatrices que marcaban su rostro... la hacía suya. Total y absolutamente.

–"Dios, estás en tantos problemas." –Con su respiración irregular, Max deslizó la mano sobre su pierna hasta entre sus muslos, sus dedos callosos extendiéndose contra la piel tan sensible, el simple roce de su mandíbula sobre ese punto temprano en la mañana la había hecho temblar.

Ahora ella se estremeció, inclinando su cuello para darle un mejor acceso mientras la besaba, pero debió haber sabido que su marido no sería tan fácilmente disuadido de su meta. Un mordisco rápido, un trazo sensual de su lengua, y estaba apartándose, aunque su pecho subía y bajaba con un ritmo que le decía que estaba excitado violentamente, su cuerpo duro como piedra.

–"Come primero." –Los ojos entrecerrados, un tono resuelto–. "No me gusta que te saltes comidas."

Max era la única persona en todo el mundo que la había cuidado, y Sophia no tenía protección contra él cuando actuaba así. Derritiéndose entre sus brazos, cogió un pastel. Era una tarta de frutas de algún tipo, con lo que parecía una capa azucarada. Probándola mientras tomaba un sorbo del café que había puesto sobre la mesa a la espera de su regreso, hizo una mueca. 

–"Demasiado dulce."

Max negó con la cabeza cuando se lo ofreció, mordiendo un panecillo en su lugar. 

–"Me comí uno cuando River me mostró el lugar."

Una ola de afecto corrió en su sangre mientras tomaba un mordisco de su panecillo. 

–"¿Cómo es posible que tu hermano conozca tanto de la ciudad cuando tiene tan poco tiempo viviendo aquí?" –River Shannon era el tercer miembro de este pequeño, pero fuerte, núcleo familiar. Max y su hermano menor eran resueltamente leales el uno con el otro, incluso después de los años de separación. En cuanto a Sophia, River y ella se habían gustado desde el principio, unidos por su amor por Max.

No siempre era fácil, las cicatrices del pasado de River significaban que había contratiempos, momentos de dolor e ira, dolor y furia, pero esta vez, River estaba con ellos, no lejos y solo en el mundo. Sin importar cuán difícil fuera el camino, los tres lo navegaban juntos, y cada vez que aclaraban otro contratiempo, la sonrisa de River se volvía más profunda, más brillante.

–"Se ha hecho amigos de las Ratas "–le dijo Max ahora, eligiendo otro pastel de la caja después que ella tomó un sorbo de su café–. "Teijan y su gente sabe todo lo que pasa en San Francisco."

Un compañero perfecto para el ingenioso e inteligente River. 

–"¿No le oí decir que vendría hoy? "–Bromeó con Max, recordando cómo River había gritado la amenaza sonriendo mientras salía del apartamento el sábado por la mañana, después de haber pasado la noche del viernes en el dormitorio adicional que Max y Sophia habían reservado específicamente para él, y donde él terminaba varias noches a la semana, sin importar el hecho de que tenía su propio lugar.

Max llevó una pequeña tarta a sus labios, su tono oscuro cuando habló. 

–"Amo a mi hermano, pero le he advertido que si se atreve a interrumpirnos hoy, esperaré hasta que esté dormido una noche y entonces le afeitare todo ese pelo rubio que a las chicas les encanta."

Riendo, ella tomó un bocado de la tarta, sintió que sus ojos se abrían. 

"Manzanas. Y... canela... otras especias." –Disfrutando de la explosión de sabor en contra de su lengua, rico sin ser demasiado fuerte, le dio de comer un bocado–. "Compremos este de nuevo."

Morfeo, con la cola al aire, se dignó en acercarse y saltar sobre la silla de enfrente. Donde procedió a ignorarlos, con la intención de lamerse su pata. Sophia se volvió hacia Max. 

–"¿Puedo darle…?"

–"No." –Un ceño fruncido–. "Ese gato te estafa al menos tres veces a la semana. No tiene ni un poquito de hambre, solo es codicioso."

–"Pero estamos comiendo golosinas "–argumentó Sophia–. "Él debería tener la suya también."

–"Tuvo pescado fresco de ayer, ¿recuerdas?" –Max le alimentó con una deliciosa mordida de croissant de mantequilla cuando abrió los labios para hablar–. "No te lo agradecerá cuando sea demasiado rechoncho para salir a lo que sea que los gatos ex callejeros hacen mientras el resto de nosotros duerme."

Masticando y tragando el bocado, Sophia tuvo que admitir que tenía razón. 

–"Tienes razón, él ama escaparse, y sigo sin entender cómo llega a la planta baja desde aquí." –Se habían mudado a un apartamento en el cuarto piso con vista al agua justo antes de su pequeña boda privada, la cual realizaron en esa misma habitación; Morfeo había descubierto una ruta de escape la primera noche.

–"Si nos los dijera, Morfeo tendría que matarnos. Código de gatos. "–Alimentándola con el resto del croissant pedazo por pedazo, Max enterró su nariz en la curva de su cuello, el pecho subiendo cuando inhaló su aroma.

–"¿Más café?"

Con su corazón hermosamente constreñido, y su olor propio (jabón, calidez, Max) en sus pulmones, fue a coger la jarra del mostrador, pero su marido no la dejó ir. Encontrando el chocolate amargo de su mirada, no esperaba la intensidad de su expresión, sus dedos apretando su muslo. 

"¿Qué sucede?" –Le tocó el pómulo, incapaz de mantener su distancia cuando estaba cerca de Max. 

–"Estoy mirando a mi esposa, y tratando de convencerme de que no estoy soñando. Mi dulce, sexy Sophie."

Sin importar lo doloroso que hubiese sido su pasado, Sophia no cambiaría ni un segundo de ello. Porque ese camino la había llevado hasta este instante, a este hombre. 

–"Amo ser tuya... y que seas mío." –Los labios de él se curvaron, su mano deslizándose a su garganta para trazar su boca... justo en el instante que un mensaje telepático pulsó en su mente–. "Alguien está tratando de ponerse en contacto conmigo"–susurró, como si la otra parte estuviera en la habitación.

Max le rozó la oreja con sus labios, su pulgar acariciando la piel de la cara interna de su muslo. 

"He oído que ha habido una epidemia inexplicable de interferencia telepática en esta zona recientemente."

Con los hombros temblando y los ojos llorosos, habló por medio de su risa burbujeante. 

–"Debe tener algo que ver con los cambios en el PsyNet." –Bloqueando deliberadamente la conexión telepática antes que pudiera afianzarse, hizo lo mismo dos veces más antes que la persona en el otro extremo se rindiera–. "¿Es esto lo que se llama hacer novillos?

–"Se llama tener un maldito día libre" –murmuró su marido–. "También se le llama tener un domingo perezoso en la cama. La última parte es importante." –Alzándose, Sophia yendo con él, él la tomó en sus brazos–. "Muy importante."

Morfeo aprovechó la oportunidad para saltar sobre la mesa y meter la nariz en la caja que contenía los restos de los pasteles. Cuando estornudó y se echó hacia atrás, sus ojos bi-colores ardían con desagrado.

Sophia se tragó su sonrisa, ciertamente Morfeo no estaba complacido. 

–"Supongo que a él no le gustó la tarta, tampoco."

El profundo, cálido sonido de la risa de Max se envolvió alrededor de ella mientras la hacía caer en la cama, donde se perdieron a sí mismos en el otro, tocando y hablando y jugando y siendo perezosos. Juntos.

Sin importar lo que sucediera en los días por venir, pensó mientras miraba a Max dormir esa noche, siempre y cuando él estuviera a su lado, ella se mantendría fuerte contra cualquier reto, cualquier cambio. La Red podría estar en un peligroso precipicio, el mundo conteniendo su aliento, pero Sophia permanecía firmemente anclada por una conexión que podía sentir en cada pulso de su corazón, una conexión que sabía a Max y a un amor feroz y hermoso.

Colocando la cabeza sobre su hombro, con su brazo un protector peso a su alrededor, cerró los ojos... y sonrió al sentir a Morfeo acechando en la habitación para saltar sobre la cama y acurrucarse contra su espalda.

Referencias[]

Enlaces de Interés[]

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